Días muertos.
Siete días exactos han pasado
desde aquel agridulce final
pues entre las lágrimas,
se asomaron medio esbozadas las sonrisas,
y uno que otro suspiro de gozo
delirante mezclado con el veneno implacable
de tu adiós.
Siete días ya, en donde uno a uno
la tristeza se apodera de esta habitación
donde impera además el vacío y la añoranza
de tiempos pasados, recuerdos palpables de hace muchas lunas.
Siete, un número envuelto en esa aura mística,
como aquel sagrado momento
en donde nuestros labios se juntaron
para reafirmar lo que vos y yo sabemos,
pues así nuestras miradas fugaces nos delatan
al querer ocultar lo innegable.
Siete, quizás las semanas, meses o años que nos tomen
para consumar aquel amor tierno, puro y verdadero.
Siete, la hora que marca el reloj,
en esta noche fría,
y suena su alarma para despertarme a esta inconsolable realidad...
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